Interesante obra de teatro, bien representada, excelente escenografía y solo quizas pierde un poco de fuelle al final. Pero pese a esto, las dos horas se pasan muy entretenidas. Recomendable.
La obra nos habla de una forma de ejercer la profesión de cómico, en una compañía ambulante. En realidad nos habla del oficio. Pequeño micromundo de vida y resistencia. Tradición de siglos que constantemente renace con diferentes itinerarios. Es un homenaje a la profesión. Un oficio vocacional donde los haya. “!Qué oficios, qué oficios!”, que perdura y se reinventa de siglo en siglo. Muere y renace. A pesar del cine, del cine sonoro, de la radio, de la televisión, de Internet…
Está hecha la novela en que se basa la obra por un cómico, hijo de cómicos, criado entre cómicos, y sabe de qué habla, cómo habla, por qué habla. Tiene memoria. Tiene vida. El viaje a ninguna parte se ha convertido en una metáfora permanente de este arte del Teatro que renace en cada función, se eche donde se eche, es única e irrepetible. No será igual en Tres Cantos, que en el Cabezales que en Hinojera, por poner un ejemplo. Ni se duerme igual en ninguno de esos sitios, hay camas y camas…
Estas cosas solo se entienden si se viven, por eso lo mejor es que se vengan con nosotros, invitamos al espectador a este viaje. Un viaje en el que, aunque nosotros sigamos, ustedes se pueden apear cuando les plazca. Es solo teatro, aunque… tiene veneno, el teatro tiene veneno.
!Vamos, que sale el autobús!.