Los negacionistas son incansables: primero el covid, luego la vacuna y ahora la nieve. En los últimos años estamos asistiendo a un incansable despliegue epistemológico mediante el cual se van cuestionando a base de pamplinas nuestros más arraigados dogmas científicos. Si uno cree que la Tierra es plana cual palangana y que el mar rebosa por los bordes, el siguiente paso es acabar votando por gente como Ayuso, Trump o Abascal. La ciencia avanza en círculos, despacio, a tropezones, dos pasos adelante, uno atrás, pero la gilipollería corre en línea recta hasta que rueda escaleras abajo. Es perfectamente lógico, una desescalada cerebral en toda regla.
Lo último que hemos visto en materia de experimentación científica es a una señora que, con la ayuda de un mechero, demostró que la tormenta de nieve caída en Madrid este fin de semana en realidad no era nieve sino plástico.
Con la nieve falsa amontonada en Madrid podría fabricarse un alcalde de nieve, colocarlo en lugar de Almeida y nadie iba a notar la diferencia. Otro tanto podría hacerse con la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, aunque en este caso una muñeca de nieve, falsa o de verdad, daría muchos menos problemas.