El Vaticano aplasta cualquier forma de disidencia clerical. Las reglas para la elección de los obispos son tan rígidas que en cuanto surgen candidatos que defienden la píldora o la ordenación de mujeres son eliminados de la lista. El resultado es una iglesia del ‘sí señor’ que pierde criterio y la única manera de reformar eso es desde abajo hacia arriba”.
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