Entre las muchas incógnitas que se pueden despejar el domingo tras las elecciones en Cataluña hay una que afecta al lado derecho del tablero político y esta es si se va a producir el famoso sorpasso de Vox al Partido Popular.
Que la ultraderecha entre en la cámara catalana será, sin duda, un hecho digno de estudio, pero es que si además saca más representación que el partido de Pablo Casado será un fracaso de todos los actores políticos y sociales que le han encumbrado.
Que Vox sea recibido en muchos lugares de Catalunya a pedradas solo contribuye a hacerle la campaña a la ultraderecha, que encuentra argumentos para su victimización, pero es que además deja en evidencia a los agresores, los que se llaman antifascistas pero que asumen las formas fascistas para conseguir sus objetivos. En Euskadi sabemos bastante de esto. Es difícil encontrar las diferencias entre unos y otros.
Que el presidente del Gobierno no responda en sede parlamentaria al discurso xenófobo, al discurso del odio, de la ultraderecha para atacar al Partido Popular por intereses puramente electoralistas, acaba por legitimar a esa ultraderecha y contribuye a engrandecer su imagen.
Que algunos medios de comunicación insistan en darle un altavoz a la ultraderecha para combatir aquello que no les gusta, desde los independentistas hasta Podemos, blanquea a Vox y le da una plataforma como no encuentra ninguna otra formación de este calado en toda Europa.
Y así es como poquito a poco la ultraderecha va entrando en nuestras vidas. En lugar del silencio y la ignorancia aquí se les da protagonismo en usencia del debate sobre el marco legal que da cobijo a una formación racista, xenófoba y homófoba, cuyo discurso y actuación supone un auténtico peligro para la convivencia en este país.
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