Tal como detalla estos dias EiTB24.com, se sabe si un organismo o persona ha sido nominado si quienes han presentado su candidatura lo hacen público, como ha sido el caso del presidente de Bolivia, Evo Morales, a quien ha avalado el argentino Adolfo Pérez Esquivel, Nobel de la Paz en la década de los 80. La activista inuita canadiense Sheila Watt-Cloutier, el ex presidente de Finlandia y enviado especial de la ONU para Kosovo, Martti Ahtisaari; el ex canciller alemán Helmut Kohl y el monje budista vietnamita Thich Quang Do han figurado también en las quinielas para el único Nobel que se otorga y falla fuera de Suecia.
El de la Paz es con el de Literatura el Nobel más polémico, por el carácter más subjetivo de sus criterios, al que añade un fuerte componente político, que ha generado no pocas controversias, como la de 1973, cuando fueron premiados el estadounidense Henry Kissinger y el vietnamita Le Duc Tho tras el fin de la guerra de Vietnam. No menos polémica fue la concesión en 1994 del premio a los israelíes Isaac Rabín y Simón Peres y al líder palestino Yaser Arafat, que provocó la dimisión de uno de los cinco miembros del comité, por negarse a admitir a este último, al que calificó de "terrorista", entre los laureados.
La nominación de Al Gore no creo que suscite menos criticas que las que tuvieron los anteriormente mencionados. Era el segundo de Bill Clinton cuando Estados Unidos bombardeo en Sudán un supuesto arsenal de armas químicas que resultó ser una fábrica de medicinas. Con Al Gore como vicepresidente, Estados Unidos puso en marca operaciones militares en Haití, Somalia, Afganistán, Yugoslavia, Irak…
Pero como a todos los "sucedidos" que acontecen en nuestra vida cotidiana debemos de esforzarnos por verles el lado positivo, y en este caso, haciendo de tripas corazón, nos fijaremos más en el motivo del premio que en el personaje, puesto que creo realmente difícil que el teórico segundo de a bordo de la maquina de matar y de destruir más importante del mundo sea merecedor, o más concretamente, el más merecedor del Nobel de la Paz. El gobierno Clinton-Gore firmó el Protocolo de Kioto, pero sólo de forma testimonial. Nunca se llevó el tratado ante el senado estadounidense para que fuese algo más que una simple declaración de intenciones.
Las miles de páginas que este fin de semana se han escrito , por motivo del premio, en relación con los problemas ecológicos del planeta pueden hacernos ver el lado positivo de la noticia.
En cualquier caso, y por concretar una acción, quiero desde aquí aplaudir la iniciativa que se llevó este verano en mi municipio referente a la información y concienciación sobre las consecuencias que derivan de abandonar las colillas en la playa. Tal como relataban este verano los organizadores al informativo UKDigitala, hay muchos datos alarmantes que la ciudadanía debe conocer y tomar medidas para evitarlo. Cada año llegan a nuestro medio ambiente 4 trillones y medio de cigarrillos que son una fuente de contaminación no sólo atmosférica sino también acuática. El filtro de las colillas está compuesto de acetato de celulosa, un plástico que tarda entre 12 y 15 años descomponerse. Las sustancias tóxicas que retiene el filtro, tales como cadmio, plomo, arsénico o nicotina, una vez en contacto con el agua del mar son liberadas, perjudicando e incluso llegando a ser letales para peces, crustáceos, zooplancton, equinodermos y gusanos, entre otros. Tan sólo una colilla contamina 8 litros de agua.
Por otro lado, muchos animales digieren las colillas al confundirlas con alimento, lo que les puede ocasionar el bloqueo del sistema digestivo provocándoles la muerte. Pero no sólo los animales se exponen al riesgo de las colillas, sino que los niños y niñas más pequeños que juegan en la arena pueden ingerirlas y sufrir náuseas o vómitos. En definitiva, una pequeña gran acción que se ha llevado a cabo en mi entorno, que no ha recibido ningún premio renombrado pero que merece el apoyo y seguimiento de todas y de todos.