Los hay que se han creído, o así querían pensarlo, que durante estos últimos treinta años de gobiernos "democráticos" en el estado, habíamos pactado olvidarnos del pasado y, partiendo del "pelillos a la mar", reconstruir un país que había estado cuatro décadas gobernado militarmente, con todo lo que supone después de una guerra, rehacer una sociedad en la que teníamos que convivir con fachas pseudo reconvertidos y toda su colección de estatuas, símbolos, himnos, fechas patrióticas como la de hoy, militares bigotudos y demás calaña de la dictadura.
Probablemente, y por aquello de la correlación de fuerzas en cada momento, los demócratas españoles en el 77 no tuvieron más remedio que tragar con la bicolor, aguantarle a Fraga y sus acólitos en su escaño y todo lo demás. Algunos ya entonces dijimos que ese no era un buen comienzo y lo seguimos diciendo.
Ahora parece ser que se dan las condiciones para una Ley de Memoria Histórica. Más vale tarde que nunca. En un país donde el "juez figurón" reclamaba del extranjero a dictadores de otros países, aquí no se ha atrevido ni a quitarles el Pazo a los descendientes del dictador. Un Pazo, por cierto, que todos reconocen que se lo apropió de manera, cuando menos, indebida. Pero ni eso.
La reconciliación en la desmemoria, o dicho de otro modo, obligarnos a olvidar para poder convivir, no es un buen comienzo de un proyecto de futuro. Si queremos asentar unas bases solidas de convivencia, habrá que dejar claro que es lo que está bien y lo que está mal. Ahora y antes. Y sin consensuar eso, sin convenir esas reglas básicas, el futuro no puede ser alagüeño.
Por otra parte, si la ley que parece va a salir aprobada en el parlamento solo reúne los votos de los descendientes de un bando, y son muchos a los que todavía les jode quitar de su pueblo o plaza los nombres y símbolos franquistas, está claro que no se puede, ni se quiere, reconocer los errores del pasado, aunque solo sea para no volver a caer en la misma trampa,y así, mal vamos.