El principio de "la obligación de vacunarse", es en general, ampliamente aceptado en el caso de infantes, que tienen que vacunarse obligatoriamente para protegerlos de toda una serie de enfermedades contagiosas como la viruela, el sarampión, el tétano y la tos ferina, cuya vacunación ha significado evitar la muerte de varios millones de infantes a nivel mundial.
Ahora bien, esta tolerancia o aceptación es menor cuando hablamos de adultos, y todavía menor, cuando hablamos de la vacuna anti-COVID.
Hay bastante aceptación de que sea obligatorio para el personal sanitario que es el que tiene mayor riesgo y el que cuida a la mayoría de las pacientes con esta enfermedad.
Y también se ha extendido esta obligación a personas que trabajan en atención domiciliaria en los servicios a personas dependientes.
Y también en varios países, como en Francia, se ha incentivado la vacunación anti-COVID, haciendo que esta sea condición para poder viajar, para poder ir a restaurantes, al cine o a lo que fuera.
Pero no es suficiente en una situación donde la enfermedad es enormemente contagiosa, como es ahora el caso con la variante Delta, pues el control de la pandemia requiere una respuesta más activa.
De ahí la necesidad de la obligación de la vacunación.