Podrá el Gobierno cubano engañarse a sí mismo, pero no a su ciudadanía ni a la comunidad internacional. Las protestas vividas este pasado fin de semana son las mayores desde 1994 y quizá marquen un punto de no retorno.
La pandemia ha exhibido cruelmente las carencias del castrismo y exacerbado las penurias de la isla. Responder con la consabida bunkerización ideológica de nada sirve. Tampoco la represión ayudará. Los males de Cuba son excesivos para mantener la farsa. Y no es llenando calabozos de opositores, disidentes y artistas como se solucionarán.
El cambio hacia una democracia que se comvalide en el mundo es un imperativo moral. Y este es un reto que exige altura y cohesión a la comunidad internacional.
España y la UE deben actuar sin dilación ante la estrategia inmovilista de EE UU, el gran actor regional, y culpable en gran parte de la situación que vive la isla.
Levantar el bloqueo es fundamental para que el pueblo cubano pueda salir adelante.
Primero quitar el hambre. Levantar el bloqueo.
Y a continuación evolucionar hacia una Democracia plena.