El arzobispo de Granada, Javier Martínez, ha vuelto a enfundarse su sotana, igual que si de zapatos con plataforma y lentejuelas de una drag queen de la Iglesia se tratara, y se ha marcado un nuevo espectáculo. El prelado sale a escena como en un musical y con el mismo descaro que Kika Lorace con su Chueca es genial o Nacha la Macha con su Soy una feria, Martínez se marca su Ofensa a la razón. Y su público grita enfervorecido, en una cóctel de histeria y extremismo con filigranas de hipocresía, como en cada borrachera católica que se regalan.
A estas alturas de la película, no puede sorprendernos que Martínez tache de "criminales" a la ley de la eutanasia y la ley trans. Es parte del espectáculo del arzobispo para mantener viva la llama católica, cada vez más apagada con menos curas, menos bodas y menos alumnado de religión por los escándalos de dispendios, pederastia y otra suerte de pecados contra los que, curiosamente, nunca se pronuncia este sacerdote con uno de sus 'musicales'.
Hoy en día, defender a la Iglesia católica es lo más parecido a militar en algunos partidos políticos: da igual cuanto se diga y cómo se diga, sencillamente, se defiende a ciegas por encima de cualquier otra consideración. Si hay desafección política, el catolicismo tiene cada vez menos fieles... considerando fiel, en realidad, a cantidades ingentes de infieles que no hay día que no incumplan las leyes más sagradas de esta religión.