El PP ha convertido el asunto Rivera en un fracaso propio cuando realmente es un éxito para el País

viernes, 9 de julio de 2021

“Cuando los hechos cambian, yo cambio de opinión. Y usted ¿qué hace?”

Es lógico que la oposición a Pedro Sánchez explote con saña y con la debida sobreactuación los cambios de opinión del líder socialista y presidente del Gobierno, quien, como es sabido, no sólo negó con rotundidad en la pasada campaña electoral un hipotético pacto de gobierno con Unidas Podemos sino también la aplicación de medidas de gracia a los condenados por la tentativa independentista del 1-O de 2017. Hoy, como es sabido, gobierna en coalición con Podemos y acaba de indultar a los cuatro condenados presos tras el juicio por ‘procés’.

Ya no es tan lógico en cambio –pero sí comprensible– que Rufián, provocador de oficio y nacionalista de ejercicio, personaje activo en la tarea de distensión del conflicto catalán, espetara esta semana a Sánchez tras negar este toda posibilidad de un referéndum de autodeterminación: también “negó los indultos… Denos tiempo”.

Pero volviendo al tema, 
ha llegado la hora de intentar cerrar aquella herida, que mantiene decadentes y fracturadas a Cataluña y a España y es razonable pensar que no es razonable mantener las medidas aplicadas en su momento, que fueron oportunas —habrá que dejar para otro momento la cuestión de si las penas fueron o no proporcionadas: este escribidor piensa que no—, pero han dejado de ser eficaces y nos están arrastrando hacia un pozo de difícil acceso

Decía un ilustre asesor de presidentes norteamericanos que “Todos tenemos derecho a nuestras opiniones, pero no tenemos derecho a nuestros propios hechos”. Y este principio le llevó a cambiar de posiciones con frecuencia, tanto en asuntos internos como en la política exterior.

La gran urgencia que cada vez se hace más manifiesta es la de aplacar los ánimos. La lejanía del 1-O ha proporcionado realismo a los conspiradores pero también ha hecho ver a los dirigentes del Estado que Cataluña no tiene el músculo suficiente para conseguir unilateralmente la independencia pero su voluntad ha de ser tenida en consideración porque su fuerza es bastante para desequilibrar al Estado.

En política, la flexibilidad, que consiste en adaptar las estrategias a la realidad, es legítima y deseable. La gobernabilidad puede justificar un pacto negado en campaña. La clemencia de hoy pude ser más pertinente que el castigo de ayer.