Todos los demonios se desataron en el PP el día en que su anterior líder,
Pablo Casado, disparó contra Isabel Díaz Ayuso por las comisiones que cobró su hermano en la pandemia. La refriega fue rápida y el que desenvainó primero (Casado) cayó fulminado a manos de quien aceptó el duelo (Ayuso). De aquella batalla casi imprevista, fugaz, un visto y no visto en un hábitat político que suele ser estable, llegó Feijóo, que sabe que en Madrid las navajas son veloces.
Hoy, la presidenta de la Comunidad de Madrid vuelve a sentirse hostigada, pero está mucho más fuerte aún. El procesamiento de su novio ha multiplicado su capacidad de reacción, que encuentra cada día nuevas dimensiones en su escalada visceral. Aunque se lleve por delante a Feijóo.
Dos animales políticos están ahora mismo en acción: Pedro Sánchez y Ayuso. No hay más, y quien se meta en medio recibirá una bala perdida.
Feijóo anunció en julio que en septiembre tendría una lista de leyes sanchistas para derogar. Aún estamos esperándola o, mejor aún, una lista de planes y propuestas para construir. Pero eso no existe porque el Gobierno puede estar en graves dificultades, pero ninguna se la plantea esta oposición de pacotilla que, por el contrario, le ayuda.