Egun on, buenos días, bon dia reflexiono sobre la reacción a mi artículo de ayer y el grado de crispación y desencuentro que observo en Catalunya, en gentes sensatas que conozco allí y que observo pierden los papeles en un grado extremo de crispación.
En política, como en todo en la vida, debemos utilizar de manera compensada el corazón y el cerebro, cuando el primero prevalece perdemos una buena parte de perspectiva, de objetividad y corremos el riesgo de errar nuestra teoría y nuestra praxis.
Veo demasiada víscera allí, en este proceso electoral y recuerdo los tiempos en los que desde aquí les mirábamos con envidia, envidiando esa convivencia, ese respeto a la diversidad, en momentos de plomo y fuego, cuando en Euskadi y Navarra los puentes eran constantemente dinamitados les observábamos como un ejemplo a seguir. Eran los tiempos de Pasqual Maragall, de síntesis, de armonía y educación.
Ahora les observo con pena, con una inmensa pena porque pase lo que pase, gane quien gane esa sociedad va a quedar fracturada, quebrada, enfrentada de manera cainita. La propia izquierda se resiente de esa intolerable crispación. ¿Quién es el culpable? ¿Rajoy, Mas? ¿Los radicalismos nacionalistas de ambas orillas? Es igual, el debate no es si son perros o podencos lo que viene en el horizonte, son perros y nos devorarán, especialmente a las gentes más sensatas, más serenas, fruto del extremismo más alienante.
Hoy Junker vuelve a decir lo que ocurrirá. Independientemente de lo vomitivo que sea el personaje habla con la autoridad de su cargo y nadie le va a escuchar, porque a nadie le interesa escuchar. Lo grave, lo perverso es que cuando la ciudadanía catalana se encuentre con la verdad, porque la verdad existe, será ya demasiado tarde. Eso es lo realmente cruel de lo que está sucediendo.
Y mientras debaten entre si son galgos o podencos, su sanidad se deteriora, sus estructuras empresariales, su atención a los dependientes, su educación, sus infraestructuras, su Estado del Bienestar se desmorona y cuando todo esto termine un paisaje desolado quedará a sus ojos.
Mal, muy mal y solo queda la esperanza de que su proverbial sabiduría fenicia haga efecto el 27 y después un nuevo gobierno en Madrid abra las vías del diálogo, del entendimiento, del acuerdo. No ya con Mas y sus acólitos sino con la ciudadanía catalana que no se merece una clase política así.