Dicen que lo que cometió Molière con Anfitrión fue un robo.
El divertido texto original pertenecía al autor latino Plauto.
Pero dueño ya de ese suculento botín lo transformó a su antojogracias al enorme talento que poseía. Y ahora, Juan Carlos Rubio, recibe el ofrecimiento de Pepón Nieto para ser cómplice en un nuevo hurto y darle forma a la dramaturgia y dirección de este renovado Anfitrión, tomando como base el texto del dramaturgo francés.
Y, amparándose en la célebre frase de “quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón”, hace lo que intuye que Molière hubiera hecho de haber vivido en nuestros días.
Por un lado, adaptarse a la realidad y reescribir el papel de las mujeres, convirtiéndolas no en simples peones en el varonil tablero de juego sino en verdaderos motores codo con codo con los personajes masculinos.
Por otro, profundizar en el juego de la duplicidad y la imagen.
¿Qué son las redes sociales, tan en boga, más que un desesperado intento por observarnos desde fuera, darle forma a nuestro propio ser y mostrarnos (con filtros) al mundo y, por extensión, a nosotros mismos?
¿Necesitamos vernos para creernos?
¿Somos víctimas de nuestra propia imagen y semejanza?
Anfitrión es una historia de seres clonados que viven la asombrosa paradoja de verse de piel hacia fuera, una mezcla de lo divino y lo humano, las pasiones y los odios, las infidelidades y los deseos, las risas y algún que otro sentimiento con el sano propósito de entretener.