La segunda regularización del emérito ha hecho saltar la fórmula imposible de salvar al mismo tiempo a Felipe VI y Juan Carlos I. Como es difícil separar a ambos de la monarquía, precisamente por eso, el problema empieza a ser las tensiones que genera en las instituciones del Estado la gestión de las irregularidades.
Es cierto que la Casa Real no ha dado muchas señales de que esto le preocupe, pero la falta de transparencia genera un daño innecesario tanto a Felipe VI como al estado de ánimo colectivo en un momento de profunda crisis y angustia social.
Es cierto que la Casa Real no ha dado muchas señales de que esto le preocupe, pero la falta de transparencia genera un daño innecesario tanto a Felipe VI como al estado de ánimo colectivo en un momento de profunda crisis y angustia social.
Hacen falta más explicaciones. Y que tengan sentido. Porque si existe lapercepción de que la Agencia Tributaria tiene distintos ritmos según el contribuyente, la Fiscalía llega tarde, el Gobierno protege a un expatriado exjefe del Estado, el PSOE no da luz verde a las comisiones de investigación en el Congreso, y las explicaciones de Juan Carlos I ni están ni se esperan, volveremos a tener sobre la mesa un menú completo para el descrédito y la desafección. Justo lo que ahora menos necesitamos.
La sociedad española ha puesto fin al silencio y último dique de impunidad que quedaba en pie. Falta que caiga otro, el de cierta superioridad de la Casa Real. Como institución, para no perjudicar a otras, tiene que asumir el relato completo. El pasado merece explicaciones. El futuro cambios. Cuanto antes lo asuman, menos presión para el Estado. Y menos frustración en quienes no la merecen. infolibre.es