Pere Aragonès fracasó el viernes en su primer intento para ser investido como 132.º presidente de la Generalitat de Catalunya.
Las diferencias entre ERC y Junts son actualmente grandes. En Waterloo no fue bien recibido el acuerdo ERC-CUP, ni tampoco lo fueron las presiones que en él apreciaron. Pero más allá de lo que pueda interpretarse como un desaire, están las demandas concretas de Junts, que de momento ERC no parece dispuesta a satisfacer. Entre ellas, el reconocimiento de funciones relevantes para el Consell per la República creado por Puigdemont.
Así las cosas, de poco sirvió que Aragonès desplegara durante su discurso de ayer un plan de acción gubernamental que prima la reconstrucción económica, el rescate social y la resolución del conflicto con el Estado, así como la creación o recuperación de conselleries que tratan de adecuar la acción de gobierno a las exigencias del presente: Transición Ecológica, Feminismos y Universidades e Innovación.
Esta es la situación presente. No vamos a reiterar que el país afronta una emergencia. Lo hemos dicho ya demasiadas veces y es una obviedad.
Fuentes de Junts insistieron ayer en que no concebían que el próximo presidente de la Generalitat pueda ser otra persona más que Pere Aragonès. Es por ello que carece de sentido posponer indefinidamente su investidura, cuando ha pasado ya casi un mes y medio desde las elecciones y ha habido tiempo sobrado para pactar su hoja de ruta, sus alianzas e incluso el reparto de carteras. No hacerlo ya es una irresponsabilidad.