Mi primer párrafo sobre este tema quiere ser un alegato claro y sin paliativos al respeto y a la libertad, tanto de los que están convencidos de una cosa como de la contraria. Entiendo ambas partes y las respeto, y solo espero una actitud similar con respecto a mí el 30 M.
He participado en muchas huelgas y en el balance, reconozco que hay de todo. Las que creo sinceramente que han valido la pena y las que no. Entre las primeras resaltaría las que han tenido un carácter fundamentalmente político y entre las segundas las que respondían fundamentalmente a motivos económicos.
No quiero parecerme al abuelo Cebolleta de los tebeos de antaño, pero quiero matizar que aquellas huelgas de las que no me arrepiento acontecieron hace ya unas cuantas décadas, allá por el post-franquismo, la transición y los comienzos de la democracia.
Desde finales de siglo hasta nuestros tiempos los motivos reales por los que se han convocado grandes huelgas, concentraciones, manifas y varios, han tenido un matiz o una carga política que, en general, no comparto.
Defiendo claramente la participación, inclusión y permanencia de nuestras comunidades, la vasca, y la española, en la Unión Europea. No quiero plantearme alternativas que supongan la salida de la misma. No creo ni en independencias, burujabetasunas, derechos a decidir, ni modelos propios.
Nuestra salida de la crisis, la recuperación de los empleos y la mejora de las condiciones de los mismos vendrán desde dentro de Europa. Hoy Erkoreka en la tele ha dicho que, ciertamente, en Europa hace mucho frío. Sí. Sin duda. Pero yo añado que al otro lado de la puerta esta la Siberia más terrorífica y mortal.
Los instrumentos más útiles que tenemos no son la movilización hacia la desesperación, la frustración y la desesperanza sino el encauzamiento de nuestras fuerzas, de manera solidaria, utilizando los instrumentos que nos hemos otorgado en las sociedades democráticas de Europa, concienciándonos una mayoría significativa de ciudadanos y ciudadanas, cambiando mayorías parlamentarias y facilitando transformaciones sociales pacíficas y solidarias. Sinceramente, no creo que hay más. En la huelga del 30 M se concentran, en mi opinión, mayoritariamente, los que estás dispuestos a arriesgar y romper la baraja europea. Yo no quiero.
Y, por cierto, lo de la lucha sindical y la lucha política hace tiempo que están claramente entremezclados. Yo entiendo que al secretario general de ELA le encante dar consejos de política y lo que él haría y dejaría de hacer. Y es por ello que creo sinceramente que su organización debería de participar en el juego democrático y parlamentario. Es cierto que a nivel estrictamente sindical el tema lo tiene jodido y ante la incapacidad de acción en grandes empresas privadas, centra en los últimos años su apuesta movilizadora en el terreno más sencillo, en el funcionariado y en el sector público. Pero yo le animaría a que se presente a las elecciones y contraste con la fuerza de los votos su autentica fuerza social. Sería interesante.
El 30 M algunos dirán que han conseguido paralizar el país, otros que ni se han enterado, el viernes nada habrá variado con respecto al miércoles, salvo algunos enfados puntuales entre compañeros. Quizás algunos/as podrán considerarse más asentados en sus organizaciones sindicales. Y poco más.