Los que se llaman provida… nunca han reclamado más dinero para la cooperación, ni han protestado por los recortes de estas partidas presupuestarias que han logrado salvar a tantos y tantas cuya vida, muchas veces, depende única y exclusivamente de que lleguen esas ayudas.
Los que se llaman provida… ven bien que Beatriz, una joven salvadoreña de 22 años, muera durante su embarazo. Les parece bien que muera antes que abortar un feto, que además, tiene anencefalia -carece de cerebro- y cuyas expectativas de supervivencia tras el parto son prácticamente nulas.
Los que se llaman provida… no quieren que se hagan campañas de ‘sexo seguro’ para evitar embarazos no deseados.
Los que se llaman provida… han guardado un silencio cómplice, cuando no han aplaudido, que el Gobierno de España haya dejado sin asistencia sanitaria a los inmigrantes en situación irregular.
Los que se llaman provida… han cambiado la estrategia, y ya no sólo insultan, graban y coaccionan a las mujeres y profesionales que entran en clínicas (legales, por supuesto) donde se practica la interrupción voluntaria del embarazo y ahora se van también de escrache a las vallas publicitarias (algún día sabremos quién y cómo se financian) para pedir que se derogue una ley que protege la salud sexual y reproductiva de las mujeres.
Los que se llaman provida… no han contratado vallas para denunciar la muerte del senegalés Alpha Pam, que murió en Baleares por no ser tratado de la tuberculosis que padecía.
Los que se llaman provida… nunca se manifestaron contra los 500.000 abortos practicados en España cuando Aznar gobernaba.
Los que se llaman provida… cada vez engañan a menos gente. Está claro, que los “pecados” de los provida cada vez los conoce más gente. Así que, llegados a este punto, no estaría mal que se cambiaran el nombre.