Así lo dice hoy en el periódico bilbaíno de Vocento Luis Haránburu Altuna. Si el PP hubiera obtenido un escaño más, el PNV habría gobernado con su apoyo y dispondría de una cómoda mayoría parlamentaria, pero no pudo ser. Pensó luego que unos y otros le cortejarían para lograr mayorías coyunturales y distintas, pero no hubo tal. El partido que ganó las últimas elecciones obtuvo tan magra victoria que le ha sido imposible aprobar los presupuestos. Y ya se sabe: un Gobierno incapaz de aprobar sus presupuestos es un Gobierno avocado al adelanto electoral.
Adelanto que a nadie interesa hoy en el arco parlamentario vasco. La conclusión es evidente: al PNV no le queda otra que obtener un pacto de legislatura. Dicho pacto tan solo lo puede realizar con el PSE o con la izquierda abertzale. Una izquierda abertzale entrampada aún en las postrimerías del cese de la violencia y no atreviéndose a emplazar a ETA su disolución. Por otra parte, la lucha por la hegemonía en el campo abertzale hace improbable el acuerdo entre ambos contendientes.
Aunque sea por exclusión, al lehendakari Urkullu no le queda otra que formalizar un acuerdo de legislatura con el PSE-EE. Han transcurrido seis meses para que la evidencia se imponga y tanto el PNV como el PSE traten de buscar un acuerdo ‘de país’. Porque de eso se trata, de que Euskadi no puede estar en ‘stand by’ por culpa de agravios e inquinas del pasado. Euskadi necesita un Gobierno fuerte con las ideas claras acerca de las políticas que debe emprender sin dilación.
El paro, la recesión y el derrumbe de la sociedad del bienestar nos acechan y el Gobierno vasco debe encarar las reformas precisas para paliar la crisis y afrontar un difícil futuro donde ya nada será igual. La coyuntura económica no permite la menor equivocación y sería de locos el embarcarse en políticas identitarias u otras que, como en el caso catalán, tengan en la huida hacia ninguna parte el corolario del despropósito. Es la hora de convertir la necesidad en virtud.