¿Es posible acometer una reforma en profundidad de las administraciones públicas sin tocar los estatutos de autonomía y la Constitución? Probablemente, no.
Sin embargo, ese es el empeño del Gobierno: hacer una tortilla sin romper huevos. Pero carece de sentido -por mucha mercadotecnia política que se ponga en circulación- cambiar el modelo de Administración sin incardinar lo que se quiere hacer en una reforma territorial del Estado. Precisamente, para hacer viable un principio cada vez más asentado en la teoría económica: el crecimiento depende, sobre todo, del marco institucional de un país y no de voluntarismo político. (Carlos Sanchez)
Aquel café para todos ha traído un desconcierto que ahora implica que más de un 25% de la población del Estado ya no crea en las autonomías que se inventaron en la transición para no "dejar solas" las reivindicaciones de las denominadas "nacionalidades históricas". La experiencia no se puede decir que haya salido bien y ha conllevado un despilfarro y mangoneo que vamos a estar pagando muchos años.
Pero si hay que replantearse algo, que parece que sí, si hay que tender hacia un estado federal donde no todos los territorios del estado dispongan del mismo desarrollo autonómico ni tengan que asumir determinadas competencias que nunca han buscado ni pedido, sería mejor hacerlo desde la re-lectura de la constitución y la asunción de la asimetría política del estado.