Arabia Saudí es un Estado islamista, es decir, totalitario, una monarquía absoluta de derecho divino que controla al individuo incluso en los aspectos más recónditos de su vida privada: Alimentación, lecturas, vestuario, diversiones, vida sexual, etc.
Todo está reglamentado bajo pena de duros castigos como la flagelación pública, mutilación y decapitación.
No existen elecciones, partidos o separación de poderes. Los sindicatos están prohibidos y las huelgas se consideran contrarias a la voluntad de Dios.
Todo se rige según la voluntad divina que interpretan los pastores de esa religión. Casualmente, los que dirigen el país. ¿Os suena? En algunas partes de Europa en la Edad Media fue parecido. Afortunadamente, la Iglesia Católica perdió poder y el tema ha evolucionado muy favorablemente.
Evidentemente en los paises islámicos, el mero hecho de hablar de separación de poderes es pecado y va contra esa invisible pero inflexible voluntad espiritual.
Un día de estos, desde la península arábiga, tendrán a bien confirmarnos lo que ya sabemos sobre el periodista Khashoggi:
«Sí, lo matamos, era un hijo de puta, enemigo del islam y en consecuencia, de los imanes y dirigentes que nos ocupamos de interpretar su voluntad. Y, de la misma manera que hemos acabado con este infiel, vamos a matar a muchos otros, a todos los que se opongan a nuestro divino entender. Y que os quede claro una cosa. No podéis hacer nada al respecto porque os conviene mucho que nosotros sigamos al mando, la alternativa actualmente existente es mucho peor. ¿Os suenan los "wuhabitas"? Lo de las torres gemelas que tanto os acojonó puede ser un simple chiste en comparación con lo que podría ocurrir. Así que no seáis gilipollas, no nos pisemos, cerrad la boca, hablad de los vuestro y sobre vosotros y dejadnos en paz».