Aunque muchos crean que ya no es así, que ha perdido poder, la Iglesia católica hace todo lo que está en su mano -que es mucho porque Dios está de su parte y ya sabemos cómo se las gasta- para mantener el orden establecido desde el franquismo, que no es otro que el del privilegio, el nepotismo y la corrupción.
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Y en un gesto de chulería intolerable para un Estado Democrático que se precie, los ejecutivos de esa multinacional se disponen en la actualidad a asestar otro golpe más a la dignidad del país entero, al consentir que en uno de sus locales -la horrible catedral de la Almudena de Madrid- se entierre al más sangriento y brutal de los dictadores de Europa Occidental: Francisco Franco Bahamonde.
Si todo esto es así, obligaría al Gobierno a denunciar ya el Concordato, cosa bastante difícil porque los nacionalistas son católicos y la iglesia les ha prestado impagables servicios, convirtiendo esa construcción patética en un centro mundial de peregrinación de fascistas y ultramontanos.