en la que elegiremos el nuevo Parlamento Vasco.

domingo, 7 de octubre de 2018

MM-33-Martxa Motera. Pozo de los Humos, Salamanca y Unamuno.

EL camino que nos lleva al Pozo de los Humos,
una 
cascada situada en el curso del río Uces,
es horrible y no he podido llegar con la moto hasta el final con ella.
Los avisos deberían de ser más claros al inicio del camino.
La de dejado donde he podido, que no era lugar
fácil, y he seguido andando.


La granítica pared por la que fluye la cortina de agua
tiene una caída libre de cincuenta metros,
 que al llegar abajo forma una nube de vapor que se eleva
por todo el contorno siendo un espectáculo.
El famoso escritor bilbaíno Miguel de Unamuno
dejó por escrito su fascinación al ver la cascada desde 
Masueco.

Al siguiente día de mi llegada fuimos a ver la cascada de los Humos, en los arribes de uno de los afluentes al Duero... Es singular el atractivo del agua. Estaríase uno las horas muertas contemplándola fluir, dejándose ganar el espíritu por la sensación purísima que su constante curso nos produce. El agua es acaso la que mejor imagen nos ofrece de la quietud en el movimiento, del solemne reposo supremo que del concierto de las carreras de los seres todos surge. En el estanque duerme el agua reflejando al cielo, pero con no menos pureza lo refleja en el cristal de un sosegado río, cuyas aguas, siempre distintas, ofrecen la misma superficie siempre. Y en la cascada misma, por donde se despeña bramando, preséntanos una vena compacta, una columna que acaba por parecer sólida. ¡Enorme fuerza la que sin aparato alguno, con la sencillez del coloso, despliega!... Es una de las más hermosas caídas de agua que pueden verse entre aquellos tajos adustos. Divídese la cascada mayor en dos cuerpos debido a un saliente de la roca, y va a perderse en un remanso de donde surge el vapor que ha valido al paraje el nombre de los Humos. Junto a la inmensa vena líquida, a su abrigo, en las quebraduras y resquicios de la roca, anidan palomas que revolotean en torno del coloso. Este irá desgastando poco apoco el desnivel que le produce, y es seguro que cada año se achica la cascada, aunque sólo sea en un milímetro o en fracción de él. ¡Los siglos que habría necesitado el agua para excavar tales tajos y reducir análogas cascadas!.
Parte del relato publicado en la revista bilbaína 'Ecos Literarios' (19 de marzo de 1898), Miguel de Unamuno.