La UE ha sido contundente y demoledora contra aquellos gobiernos que han intentado hacer políticas económicas de tipo social y alternativo al neoliberalismo vigente, pero es absolutamente dócil con los discursos racistas y xenófobos de centroeuropa, Europa del este o Italia.
La UE no bromea con el neoliberalismo: la economía es algo demasiado importante como para confiársela a los pueblos.
En cambio, la democracia y de los derechos humanos parece que sí son algo absolutamente secundario.
Pero en Europa hemos de sentar las bases para educar y educarnos en una ética cívica y laica contra la barbarie.
Para pasar de hacer campañas de lucha contra la pobreza, a campañas de lucha contra la riqueza.
Para pasar de “gestionar contingentes” de inmigrantes, a una política de fronteras abiertas para las personas y no únicamente para las mercancías.
Para deconstruir el lenguaje neoliberal del egoísmo insolidario.
Educarnos en una ética cívica y laica de la solidaridad en definitiva, que deje de proclamar los derechos humanos y los ponga en práctica de forma radical y clara.