Cualquier plan encaminado a contar a nuestros estudiantes lo que nos ha sucedido en esta tierra durante los últimos cincuenta años ha de tener un objetivo pedagógico claro y directo: aquí se ha matado, mucho, y bajo diferentes banderas.
Todas esas muertes nos han de llevar a la misma idea: fue un error grandísimo y solo ha servido para que haya más de mil víctimas. Nunca más puede suceder algo así. No hay razón alguna para matar a otra persona en esta sociedad ni en esos tiempos, por oscuros que fuesen.
Muchos creemos que esta idea de partida es vital. Deslegitimar de raíz la violencia que nos ha sacudido y escuchar a las víctimas, sus vivencias, su soledad y la falta de empatía social; esas sí son razones suficientes como para afrontar un plan muy especial que aborde en las aulas esta historia tan reciente, llamada memoria. Memoria como acervo histórico.
De todo el material facilitado se puede extraer la conclusión de que el objetivo de este plan queda un tanto difuminado entre tantas imágenes y tantos hechos. La idea es que nuestra juventud sepa que aquí pasamos de un régimen dictatorial que castigaba a toda la ciudadanía a vivir temerosa y sin libertades a otro en el que fue complicado construir un edificio democrático común y que tuvo numerosos adversarios y enemigos: los franquistas recalcitrantes, una parte considerable de los cuerpos de seguridad del Estado, ETA y sus diferentes escisiones, GAL y algunos espacios opacos de la trastienda gubernamental… y una parte de la sociedad vasca que coadyuvó con esa ‘lucha armada’ a generar miedo, mucho miedo, merced al cual una cantidad importante de conciudadanos decidió irse con la música fúnebre a otra parte.
La idea principal de una iniciativa como Herenegun es que se deje bien claro que la violencia irracional nos partió la existencia, nos dañó a todos y a unas mil personas les arrebató lo más preciado: la vida.
Pues que se diga bien claro para que no se les ocurra a nuestros hijos e hijas imponer, amenazar ni matar a nadie. Nunca más.