en la que elegiremos el nuevo Parlamento Vasco.

martes, 11 de diciembre de 2018

El llamado neofascismo no tiene nada de nuevo salvo que se vale del sistema democrático para actuar

Dicen los analistas que el fascismo de Vox es el de los partidos de extrema derecha que han brotado en Europa y el del populismo simplista y avasallador que representa Trump en Estados Unidos (personaje tan plano que parece salido de un cómic de Batman; aún me deja perplejo que esté ahí).
Que casi 400.000 andaluces hayan dado por bueno con su voto un mensaje de odio, machismo, homofobia, racismo, xenofobia, desprecio y exclusión, es alarmante. Ese llamado neofascismo no tiene nada de nuevo, salvo que se vale del sistema democrático, que desprecia y considera blando, para estar presente y poder actuar. Y ni siquiera eso es nuevo, hay siniestros precedentes de todos conocidos. 
¿Cómo frenar el fascismo de Vox? ¿Cómo evitar un crecimiento futuro? De dos maneras civilizadas y probablemente eficaces. 
elcorreo.com/opinion/Juan Bas
La primera, que la izquierda no deje de votar. Supongo que esa alta abstención de un 41,3% en las elecciones andaluzas habrá hecho llevarse las manos a la cabeza por los resultados a más de uno que no votó socialista. 
La segunda la expuso una prestigiosa y veterana periodista (fue en una conversación privada y por ello omito su nombre): sacar a Vox de sus casillas; es decir, en sus comparecencias públicas, en vez de preguntarles por la inmigración o cualquiera de sus campos de descalificación en los que se mueven cómodos con sus lemas de camiseta, poner en evidencia su falta de contenido, capacidad y criterio respecto al sostenimiento del sistema de pensiones, la fiscalidad, la sanidad pública, la educación y un largo etcétera (funcionó con Marie Le Pen). 
Quizá de este modo se evite el voto fácil. Porque confiar en que la derecha que se considera más moderada no pacte con ellos y los aísle, es como esperar la resurrección de los muertos.