Había quien pensaba que el contagio de coronavirus de Donald Trump podría servir como lección de humildad para el presidente; que vería la luz y animaría a los estadounidenses a tener cuidado con el virus.
En vez de humildad, Trump ha vuelto con sus intentos de proyectar una imagen de hombre fuerte. Ahora se va a convertir en un 'experto': ha tenido el virus, así que nadie puede decirle nada. Si en el pasado escuchó alguna vez un consejo médico, eso ya no va a volver ocurrir. Él sabe más sobre las guerras que los generales y ahora va a saber más sobre el coronavirus que cualquier médico. Parece decidido a seguir con los principios expuestos en el libro 'El poder del pensamiento positivo', de Norman Vincent Peale, y hacer que su enfermedad desaparezca solo con desearlo.
De no ser porque esta es la forma en que se ha comportado desde que bajó de la escalera mecánica en 2015 y anunció su candidatura, lo atribuiría a la medicación que le han dado. Pero él es así. Y encima, como tantas otras veces, sus aliados republicanos y los medios conservadores se dedican a amplificar su mensaje.
Solo nos queda la esperanza de que la ciudadanía americana muestre un poco más de sentido común que el candidato presto a repetir mandato.