El laicismo francés, que protege tanto la práctica de las religiones como el derecho a la crítica, es una bandera que los europeos no podemos arriar para apaciguar a quienes pretenden sentirse ofendidos por unos dibujos o textos literarios.
La caricatura de figuras sagradas o de profetas no atenta contra ningún derecho ni limita ninguna libertad. No valen excusas ni coartadas ante estas acciones repugnantes.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, se ha puesto a la cabeza de una ofensiva contra Macron con una distorsionada interpretación de su defensa de los valores republicanos y europeos.
No cabe retroceder ni un milímetro en ese esfuerzo. Hay que hacerlo con inteligencia —para no prestar nunca el flanco a sujetos que buscan fomentar la agitación y la polarización sectaria—, firmeza y máxima unidad europea.