La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, durante una sesión plenaria en la Asamblea de Madrid. |
Son similares a las que han ordenado otras grandes ciudades europeas con muchísimos menos casos. E idénticas a las que el propio gobierno de Ayuso ya había tomado, pero solo para los barrios pobres de la ciudad.
La anomalía no está ahí: ni en la pandemia ni en la regulación, que no habría requerido dar este paso si no es por otra razón. La anomalía es el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso. La alarma está en su gestión.
De no ser por Ayuso, y su empecinamiento antisistema –ni Quim Torra se ha comportado así–, el Tribunal Superior de Justicia de Madrid no habría tumbado las medidas que hoy vuelven a estar en vigor. En medio, hemos perdido tiempo una vez más. Y Ayuso y su Gobierno han generado entre los ciudadanos una enorme confusión, en la víspera de un puente.
Como esperpento final, los madrileños han tenido que ver a Ayuso "recomendar" que no se saliera de la ciudad este fin de semana, después de haber hecho lo imposible para boicotear esa medida. Una decisión tan razonable que, en unos meses, nos intentarán convencer de que ha sido idea suya.
Es Ayuso quien hoy es la responsable de la estigmatización que supone el estado de alarma, del daño reputacional para la región. No habría sido necesario sin su nefasta gestión. Solo espero que tengamos algo de memoria: que cuando Ayuso intente de nuevo reescribir la historia, recordemos exactamente lo que pasó.