La laicidad es un resultado de la separación entre el Estado y las religiones. El Estado es neutro desde un punto de vista religioso y se prohíbe cualquier injerencia en la vida de las distintas religiones presentes en Francia.
De forma recíproca, la pertenencia a alguna religión de los funcionarios o de los usuarios no puede interferir en el funcionamiento de los servicios públicos.
Con todo, la laicidad no supone negar las religiones. No se trata de una opción espiritual específica sino de la condición para que existan todas las opciones.
Por lo tanto, es un principio relacionado con la libertad. También permite el respeto de las elecciones personales más íntimas en una sociedad abierta.
A mí, personalmente, me dan mucha envidia cuando les veo defender orgullosos su laicismo.