Hay políticos que quieren ser jueces.
O que creen que es más cómodo que la Justicia se encargue de problemas que tienen un origen político. Sólo así se entiende que el conflicto que a todas luces existe en Cataluña haya sido dirimido una vez sí y otra también en los tribunales, desde el Estatut a la progresión de acontecimientos que desembocaron en el 1 de octubre.
Hay jueces que juegan a ser políticos.
O que no se conforman con cumplir con sus obligaciones, tasadas en la ley, y sucumben a la tentación (muy humana, nada profesional) de bajar a la arena del debate partidista. De poner los puntos sobre las íes. De dar una lección.
Sólo así se entiende que el presidente del CGPJ y del Tribunal Supremo (nada menos) haya escogido precisamente esta semana para decir que "cuando no hay concordia es difícil de aceptar” la concesión de indultos.