El sábado "hemos" vuelto a perder Eurovisión.
¡¡Quién podría haberlo imaginado!!
Pero nada disipa ese perenne rumor sobre las verdaderas intenciones de RTVE. Un rumor que sirve de consuelo vano:
¡porque no queremos, que si no, se iban a enterar!
Cada cual lidia con el fracaso como puede: se ha perdido a conciencia.
Pero no todo va a ser regodeo en la derrota. Este año España ha demostrado que se le da bien ganar Eurovisión de una manera. De mentira. Ganando en la votación simulada del primer ensayo general el viernes en Róterdam.
Pese a la mala racha, seis años consecutivos por debajo del vigésimo puesto, y a la caída de audiencia con respecto a 2019, aunque le pese a ciertos esnobs, las competiciones internacionales hechas espectáculo siguen triunfando. Y lo hacen porque apelan sin complejos a lo popular y a un patriotismo tan desprejuiciado y lúdico como desatendido.
Vendría muy bien ganar Eurovisión por el ánimo.
Y por el bolsillo, porque, como dijo Noemí Argüelles, si eres lista, organizar el festival da dinero. Quizá algún experto esté pensando ya en Eurovisión 2050. Después de haberlo hecho en pasado y en presente, podemos mentirnos también a futuro.