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Recién forjada una montaraz coalición españolista, estrenada en Andalucía pero dispuesta a extenderse por toda la piel de toro, con el viento mundial (EEUU, Italia, Brasíl, ...) soplando a favor de las versiones 2.0 de la peste fascista, los independentistas catalanes siguen en su Mundo de Yupi.
Aterricen, porfa, desen un baño de realidad internacional y déjense de patochadas. Estamos en el mismo barco, abandonen el universo de sus cuentos infantiles, ajenos a lo que se les viene encima, a lo que a todos se nos viene encima.
En realidad, Sánchez ya hace mucho no sumándose al discurso belicista sobre Cataluña del Trifachito. A mí no me parece Mandela o José Mujica, ni tan siquiera Olof Palme o Willy Brandt, pero me pongo a pensar en quién podría sustituirle en la Moncloa y me echo a temblar.
Pero los independentistas –como les sucede a los cegados por pasiones nacionales o religiosas– no saben qué suelo pisan. Deben creer que viven en la Praga de terciopelo de comienzos de los años 1990 y no en el rudo planeta de Trump, Bolsonaro, Le Pen y Abascal. Si no, no se explica su empeño en seguir dando cabezazos contra la pared.