Nadie puede decir que esté sorprendido del acuerdo PP-Ciudadanos-Vox. Pese a los exabruptos de unos o el negacionismo de ser sostenidos por la extrema derecha de otros, a nadie le cabía la menor duda de la derecha más rancia de los últimos años gobernaría Andalucía. Ayer, el pacto de PP y Vox constató que lo que han tratado durante años de hacer pasar por una gaviota era, en realidad, un aguilucho.
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El tufo neofascista, xenófobo, machista y clasista que desprende el acuerdo suscrito entre García Egea (PP) y Ortega Smith (Vox) es tan nauseabundo como la sonrisa sádica de ambos. ¿Para qué sirve una consejería de la familia? ¿Qué clase de familia? Porque no podemos olvidar que, por mucho en sus filas militantes haya gays dentro y fuera del armario, el PP fue el partido que se opuso al matrimonio de personas del mismo sexo y Vox ha cargado siempre duramente contra el colectivo LGTBI.
Por otro lado, llega a Andalucía la amenaza a la clase obrera, que verá cómo se prima lo privado por delante de lo público, desde la Educación (con un impulso a la concertada y la diferenciada) a la Sanidad.
La violación del Derecho Internacional y de los Derechos Humanos (DDHH) más esenciales también llega con esta tríada infame, que rechaza la multiculturalidad y cierra las puertas a los refugiados que huyen de las guerras y miserias que hemos provocado desde Occidente.
Así las cosas, ¿qué nos queda? La movilización social. No basta únicamente con que los partidos políticos ejerzan en el Parlamento andaluz su labor de oposición: la oposición ha de escalar a todos los niveles, saliendo a la calle, impidiendo los recortes de libertades sociales y DDHH que abanderan los del aguilucho.