en la que los catalanes elegirán su Parlamento.
en la que elegiremos el nuevo Parlamento Europeo.

domingo, 27 de enero de 2019

¿Puede convertirse la situación que vive la izquierda española hoy en día en una oportunidad para las fuerzas progresistas?


Si la derecha en Andalucía, dividiéndose, ha multiplicado el resultado llegando a parte del electorado al que el PP ya no seducía y que no estaba al alcance de Ciudadanos, ¿no podría tener esto un correlato en la izquierda de la Comunidad de Madrid?

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ruptura_oportunidad_movilizando_izquierda
Hay que tener en cuenta que a diferencia de lo que ocurre en las elecciones generales, en la comunidad de Madrid los votos se reparten en una única circunscripción con una barrera electoral del 5%. Eso hace que el mayor número de opciones de izquierda no tenga por qué suponer forzosamente una penalización siempre que las tres previsibles candidaturas, la de PSOE liderada por Gabilondo, la de Más Madrid con Errejón al frente y la que presente Unidos Podemos (si es que finalmente hay lista conjunta de IU y Podemos), superen la barrera del 5% y obtengan representación. 

Además, con alguna excepción, los tres pueden llegar a electorados progresistas diferentes, máxime cuando la lógica de la competición electoral les obligue a reposicionarse. Gabilondo, que puede compartir buena parte de electores con Errejón y ser uno los damnificados de la nueva opción Más Madrid, podría situarse algo más en el centro disputando así terreno a Ciudadanos, y Unidos Podemos no tendrá dudas en lanzar mensajes dirigidos a un público más antisistema. Más Madrid quedaría en la posición central de las tres fuerzas.

¿De qué puede depender entonces que los tres obtengan representación? Fundamentalmente, como vienen señalando muchos analistas, de que la izquierda encuentre estímulos para ir a votar y evite la tentación de quedarse en casa el domingo electoral. Es decir, de que la situación movilice más que desmovilice, como ha ocurrido en la derecha andaluza. 

En esto pueden influir dos elementos:
En primer lugar, la ofensiva de una derecha subida de tono y sin complejos que abraza cada día de forma más clara el discurso postfascista.
En segundo, que las opciones de la izquierda, que tienen proyectos distintos, muestren su voluntad inequívoca de llegar a acuerdos que les permitan gobernar en torno a políticas concretas.
Y no sería de extrañar –considérese una hipótesis para su estudio– que saliera reforzado quien menos líneas rojas situara en el frontispicio de su programa y más disposición al acuerdo mostrara.