en la que elegiremos el nuevo Parlamento Vasco.

miércoles, 23 de enero de 2019

¿Sería tan dramático aceptar a Errejón como candidato de compañía y no ventilar ahora una especie de Vistalegre III en el que todos pierden?

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Ocupadísimos en hacer valer el relato de que nadie echa a Iñigo Errejón sino que es él mismo quien se va, nadie en Podemos parece ser muy consciente de las implicaciones que el cisma puede tener para el partido, más allá de los hematomas y magulladuras que han sufrido algunos egos en la escaramuza y sorprende que no se haya alzado ninguna voz del oficialismo que proponga sorber varios tragos de orgullo por el bien de una organización que puede estar jugándose su futuro en cuatro meses.


Sin duda, ambas partes tienen sus razones y cada cual es libre de elegir bando. Lo verdaderamente importante es decidir si Podemos puede permitirse el lujo de salir de las elecciones de mayo sin retener las alcaldías y los núcleos de poder autonómico que obtuvo hace cuatro años. Lo trascendental es resolver su dilema más profundo: ¿puede una fuerza basada casi exclusivamente en su masa electoral dejar que ésta se escurra entre sus dedos como el agua del grifo por una pelea interna?

Puesto que es de común acuerdo que Ramón Espinar no tiene un pase. ¿Pasaría algo por ofrecer tablas en una partida que se sabe perdida de antemano? ¿Sería tan dramático aceptar a Errejón como candidato de compañía y no ventilar ahora una especie de Vistalegre III en el que todos pierden?