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Podría ser que este 2019 que acaba de empezar no fuera tan catastrófico como lo pintamos. Podría ser que el Supremo tuviera un ataque de lucidez moral y que no echase más leña al fuego.
Podría ser que los presos fueran declarados culpables y que, una vez vista la sentencia, una alta instancia decretara un indulto no como un perdón sino como una posibilidad de enderezar las cosas desde la política y el diálogo y no desde la rabia y la venganza.
Podría ser que en las elecciones que están previstas (y en las que no lo están tanto) la extrema derecha no tuviera ninguna representación y que la derecha extrema se diera cuenta de que su discurso, basado en el desprecio y el afán de dominación y humillación, no tiene nada que hacer en un país donde la gente tiene ganas de vivir sin monstruos en la esquina.
Podría ser que el mundo no se acercara definitivamente a la frontera de la catástrofe y podría ser que los fascistas vieran como sus tesis radicales se hunden ante el empuje de una izquierda social y progresista. Podría ser que pasara esto y podría bien ser que pasara lo contrario.