Un gobierno militar, pseudo militar, o medio militarizado, o liderado por un personaje carismático e indiscutible, con hambre de venganza, con demostradas escasas dosis de capacidad de comprensión con quien piensa distinto a él y a su mensaje, da mucho miedo. Es el caso de Erdogan.
Pero hay alguien que aun da más miedo todavía, alguien que, como Erdogan, no solo basa su "poderío" en todos los resortes propios de un estado escasamente democrático, sino que además se adueña del mayor de los liderazgos posible en una sociedad como la turca actual, erigiéndose en el máximo exponente oficial de la representación de su Dios ante sus compatriotas, mostrando su poder reconvirtiendo un museo en Mezquita y siendo él el que dirige "la oración" del viernes en ese día tan señalado.
No quiero dejar al margen la imagen machista por excelencia que reflejan todos los actos religiosos de los seguidores de Mahoma. Ni una mujer, ni una, cerca del líder en momentos tan históricos de conexión de su máximo mandatario con su dios. Y no quiero desanimar a las mujeres musulmanas, pero si se fijan en una religión semejante pero con algunos siglos más de evolución como la católica, tienen sobrados motivos para esperar sentadas la "igualdad".