Al margen de los diversos problemas legales relacionados con la privacidad y éticos (por la desigualdad y la segregación social que podría ocasionar), existen varias razones médicas que no respaldan la implantación de este documento como una medida de salud pública y que, una vez más, Ayuso se equivoca.
En primer lugar, este documento aporta privilegios sobre las demás personas en la vida diaria.

Por otro lado se desconoce cuál será la duración de esta protección frente al coronavirus.

Además, la absoluta mayoría de las pruebas de anticuerpos cuentan con grandes limitaciones en su sensibilidad y especificidad, lo que se traduce en variados porcentajes de falsos positivos y negativos.

Y por último, hay que reconocer que habría personas que podrían ser inmunes al coronavirus y darse la paradoja de que no pueden acceder a la cartilla COVID por varias razones. Una posibilidad es que la prueba de anticuerpos dé un falso negativo, cuando, en realidad, sí hay anticuerpos protectores presentes. Otra situación es que la persona, pese a no contar con anticuerpos detectables, sí posea células de memoria que le protegen frente a otra infección por el coronavirus.

La cartilla de Ayuso no es una buena idea. Y lo sabe. Aunque, lo que mejor sabe es hacerse notar.eldiario.es/sociedad/evidencia-cientifica-desaconseja-cartilla-covid-ayuso