Por una parte. resulta evidente que ninguno de los actuales dirigentes políticos de las izquierdas y de los nacionalismos tiene recuerdos directos de la guerra civil y la posguerra. En cambio, todos ellos vivieron en primera persona el terrorismo de ETA que finalizó con la declaración del 20 de octubre de 2011. En rigor, la única memoria histórica que tenemos los de nuestra generación, por ser la que hemos vivido en directo y que nos dejó marcados de por vida, es la del terrorismo de ETA.
Por otra parte, no hay nadie en la política vasca, y dudo que tampoco fuera, que sea capaz, como los dirigentes de Sortu, de justificar hasta 2011 el asesinato a sangre fría de un oponente político y a partir de entonces convertirse en artesanos de la paz e incluso reprochar a los demás que no quieran la paz: ¿cómo confiar en gente así?
La respetabilidad democrática de EH Bildu requiere de dos grandes pasos aun no dados por la coalición porque no se puede alimentar a la bestia y después desentenderse de sus actos. Tendrán que añadir a su diccionario la palabra condena. Y tendrán que jubilar a toda una generación a la que cuesta creer cuando se disfrazan de la monja de Calcuta. Y mientras tanto, ni tripartito, ni hostias.