Esta semana ha salido a la luz uno de los informes que quiero pensar que avergüenza a muchos gobiernos y donde muchos países no deberían estar orgullosos por aparecer: es el informe que señala qué autoridades siguen despreciando la vida de su población aplicando la pena de muerte.
Y es que, mientras el mundo se centró en 2020 en proteger vidas frente a la pandemia, países como Egipto (que triplicó los datos comparado con el año pasado), Arabia Saudí o Irak decidieron seguir ejecutando. La vida de casi 500 personas se esfumó de un plumazo por leyes crueles e inhumanas.
Pese al dolor de esas casi 500 muertes a manos de los gobiernos, debemos, al menos, estar satisfechos/as por los avances en la abolición de la pena de muerte; 2020 fue el año en el que se registró el número de ejecuciones más bajo en una década. Pero mientras la pena de muerte siga existiendo, desde Amnistía Internacional no vamos a dejar de alzar la voz por aquellas personas a las que los estados se la han arrebatado de la manera más terrible.
A finales de 2020, más de 28.000 personas en todo el planeta (que tengamos constancia, ya que China no aporta datos) estaban condenadas a la pena capital. Para que te hagas una idea, es como si toda la población Sopelana, multiplicada por dos, estuviera en el corredor de la muerte.
Pero, a pesar de todo, hay países que siguen dando pasos adelante. Chad la abolió el año pasado y Bahréin, Bielorrusia, Japón, Pakistán o Sudán, grandes defensores históricos de la pena capital, no llevaron a cabo ejecuciones. A día de hoy, podemos celebrar que en 144 países la pena de muerte ya no se aplica. Pero insisto, mientras haya un solo lugar en el mundo, por muy recóndito que sea, que siga aplicándola, no vamos a parar.
Pinchando este enlace, puedas tener a mano el informe y leer con calma toda la información que hemos recabado sobre el estado de la pena de muerte en el mundo.
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