Conviene saborearla mientras se pueda en los hogares cinéfilos, aunque no tengo claro que vaya a arrasar en la audiencia de estos tiempos. Su color es el blanco y negro, destila inteligencia en cada plano y en cada diálogo, habla de un cine que se realizó en Hollywood hace 80 años, es densa y pausada. No son valores especialmente apreciados por las modas actuales.
Un guión un tanto a contracorriente, cine de otra época, con una temática, un estilo y un tono que parecían aparcados definitivamente. Una insólita forma de narrar. Hablan del oscurecido guionista Herman Mankiewicz como el principal autor en la historia de aquel magnate periodístico, empresarial y político, obsesionado eternamente con un misterio del que solo él conocía el significado, la palabra Rosebud.
El retrato que hace Fincher de Herman Mankiewicz, un mito entre los guionistas, tan imaginativo como cáustico, borracho impenitente, lúcido y cínico, mosca cojonera empeñada en desafiar a los jefes desmontando sus mentiras y sus manipulaciones, incluidas las políticas, destila un talento y una complejidad admirables.
No hay ningún desfallecimiento en esta historia tan arriesgada de contar. El tono visual que ha creado Fincher te recuerda al de Ciudadano Kane. Las interpretaciones de protagonistas y secundarios son perfectas.
El retrato que hace Fincher de Herman Mankiewicz, un mito entre los guionistas, tan imaginativo como cáustico, borracho impenitente, lúcido y cínico, mosca cojonera empeñada en desafiar a los jefes desmontando sus mentiras y sus manipulaciones, incluidas las políticas, destila un talento y una complejidad admirables.
No hay ningún desfallecimiento en esta historia tan arriesgada de contar. El tono visual que ha creado Fincher te recuerda al de Ciudadano Kane. Las interpretaciones de protagonistas y secundarios son perfectas.