Bilbao habia realizado una apuesta importante por ser una sede mas del campeonato. Y lo había conseguido. Genial. La selección española iba a jugar en San Mames y nadie se iba a rasgar las vestiduras. La sociedad en general parecía actuar de manera adulta, razonable y responsable. Surgia una esperanza de bendita normalidad. Bien.
Y llego el virus. Surgen las limitaciones de aforo. Los que solo entienden el futbol como negocio se ponen nerviosos y quitan a Bilbao la sede que se había ganado a pulso. Asqueroso. Los romanticos nacionalistas profundamente entiespañoles vuelven a repudiar la presencia de la roja en La Catedral. Retorna la desesperanza. Lástima. Triste.
Mientras Trump habla del éxito del plan de paz, los israelíes mantienen los dedos en los gatillos de armas que siguen apuntadas a la población civil de Gaza. (martin.gak)