Bilbao habia realizado una apuesta importante por ser una sede mas del campeonato. Y lo había conseguido. Genial. La selección española iba a jugar en San Mames y nadie se iba a rasgar las vestiduras. La sociedad en general parecía actuar de manera adulta, razonable y responsable. Surgia una esperanza de bendita normalidad. Bien.
Y llego el virus. Surgen las limitaciones de aforo. Los que solo entienden el futbol como negocio se ponen nerviosos y quitan a Bilbao la sede que se había ganado a pulso. Asqueroso. Los romanticos nacionalistas profundamente entiespañoles vuelven a repudiar la presencia de la roja en La Catedral. Retorna la desesperanza. Lástima. Triste.