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Está bien que cada uno pretendamos ser o tener la llave de nuestro futuro, y esta bien que las comunidades y los pueblos puedan utilizar el símil a la hora de plantearse la posibilidad de decidir sobre el futuro de cada uno o de cada entidad.
Evidentemente es algo complicado de poner en práctica, y mas todavía de ejercer de manera permanente. Por eso, la manera mas aproximada de ejercer ese derecho los pueblos y las civilizaciones democráticas, suele ser el periódico cuestionamiento a la ciudadanía de qué personas, qué partidos y con qué ideario quieren que les represente por una temporadita, hasta la siguiente jornada electoral.
Y, aunque muchos digan que no se creen nada de este sistema del que nos hemos dotado los demócratas, nadie podrá cuestionar que los próximos cuatro años no serían ni por el forro lo mismo si la representación vasca resultante fuese 45% PNV, 25% PSOE 20% Aralar, 7 % PP y un 3% de otros, que si el resultado fuese 45% PP, 30% PSOE, 15% PNV, 7% Aralar y un 3% de otros. Los problemas que se plantearían, sus posibles soluciones, etc, serían sensiblemente distintas
Por eso, por encima de cuestionarios puntuales, de encuestas y referendos, los retos más importantes son las citas electorales, que no siempre son tan fáciles de interpretar como los resultados de sumar síes o noes, pero dicen mucho más a quien quiera entenderlos.