Tal como se aplica hoy en día la filosofía del Athletic, vamos al desastre. O la readaptamos, abandonando falsos puritanismos, y consensuamos su modificación, o nos condenamos a la irremediable frustración. A tiempo estamos.
Cuando en un país un joven puede legal y oficialmente aspirar a ser Lehendakari, pero se encuentra con las puertas cerradas para jugar en su equipo de fútbol favorito, algo no funciona demasiado bien y, desgraciadamente, se está demostrando domingo a domingo.
El Athletic, en mi opinión, al igual que el Bilbao Basket, deben de ser dos equipos que paseen el nombre de Bilbao por Europa, a poder ser todos los años. Eso es mantener la filosofía. Aspirar a reflotar la gabarra. El nombre de los que encestan o goleen será tal vez recordado un tiempo, pero una buena trayectoria deportiva está por encima de nombres y de lugares de origen.
Tras el partido de ayer en Cantabria, si los encargados de encender la lucecita roja no encuentran los motivos suficientes para hacerlo, podrían convertirse en los primeros responsables de un club al que los resultados le lleven a romper con su histórica permanencia en la primera liga del estado.
Seamos serios y razonables y adaptémonos a los cambios climáticos y a los deportivos. Si los dinosaurios desaparecieron, dicen algunos, por no adaptarse a las nuevas condiciones climáticas que se les presentaron, nuestro Athletic puede padecer una situación similar por un tema también similar.
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