El PP es, desde hace años, el partido del miedo: miedo al terrorismo, miedo a la ruptura de España, miedo a la descomposición de la familia, miedo a la evolución de la economía... Cada vez son mas los ciudadanos de centro-derecha, que han votado en otras ocasiones a esta formación conservadora, y que ahora desean castigarla en las urnas, pues señalan que el PP de los últimos años ha terminado por darle miedo a ellos también.
Lo ocurrido en el PP desde la mitad de la segunda legislatura de Aznar (que el fallecido Vázquez Montalbán bautizó con gran perspicacia como "el bienio negro") y a lo largo de toda la que ahora expira es algo muchísimo más profundo: es toda una refundación de la derecha española. Ésta, siempre acaudillada por Aznar y con el aliento teórico de su FAES, ha recuperado toda la tradición nacional-católica carpetovetónica y la ha insertado en el movimiento neocon alumbrado en Estados Unidos.
Es una derecha pura y dura, agresiva y sin complejos y, por supuesto, muy alejada del centro. Como los hoy desfallecientes neocon republicanos de Estados Unidos, el PP tiene como componentes centrales el nacionalismo (españolista) y el integrismo (católico). Y como los neocon, se organiza al estilo leninista, como una infatigable máquina de combate, con su líder supremo (Aznar), su comité central (la actual cúpula del PP), sus teóricos (los analistas de la FAES, los predicadores de la COPE, los historiadores revisionistas de la Guerra Civil...), sus propagandistas en los muchos medios de comunicación conservadores, sus organizaciones de masas (la AVT de Alcaraz, el Foro de Ermua, las Manos Blancas, los Peones Negros, las asociaciones de defensa de la familia católica, los antiabortistas...), sus constantes manifestaciones callejeras...
Este partido siempre negativo y nunca positivo, este partido al que García-Soler llama del miedo, ha terminado por darle miedo incluso a sus votantes.
Recogido del análisis de Javier Valenzuela en elplural.com
Y estando como estoy tan de acuerdo con todo lo arriba mencionado, también me dan miedo los equidistantes, los que simulan indiferencia ante el inquilinato de La Moncloa, y en definitiva, los que aparentan no distinguir correctamente a estas alturas quienes deberían ser nuestros compañeros de ruta en los próximos años y quienes nuestros claros y evidentes "adversarios políticos".