Torra es lo que los estadounidenses llaman un pato cojo, término con el que definen aquellos inquilinos de la Casa Blanca que están en la recta final de su mandato, sin posibilidad de repetir. No es que hayan perdido influencia, sino sobre todo brillo.
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Pedro Sánchez no espera frutos de esta reunión entre presidentes, aunque se pueden ir sentando bases. al menos el encuentro debe servir para cumplir el protocolo, demostrar el carácter dialogante de Gobierno de izquierdas y, sobre todo, para no crear una crisis. Entre las previsiones del Ejecutivo español no figura que se vaya a pactar mañana el calendario de la mesa de diálogo. En la Moncloa saben que Torra se parapetará en el derecho de la autodeterminación y la amnistía, mientras que Sánchez está dispuesto a mejorar la financiación y fía en la reforma del Código Penal para rebajar las penas de los políticos presos.
El líder socialista sabe que la cuestión catalana necesita poco ruido y mucho tiempo. El futuro comienza cuando uno se levanta. Y en eso está el presidente del Gobierno, en no dejar que el pasado le frene, ni el presente le intimide, ni el futuro le abrume. Que no es poco.