huele el hospital abarrotado y mal equipado;
huele el sudor frío y la incertidumbre del trabajador precario;
huele el geriátrico con abuelos/as abandonados a su suerte y a sus familias desesperadas;
huele las morgues;
huele al Gobierno débil y sobre expuesto;
huele a una clase acomodada aterrada por perder lo que tiene con tanto gasto público por la epidemia y los razonables impuestos que deberían compensarlo;
huele al campo y al mar deprimidos
y huele al machismo furioso.
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El fascismo sabe que los españoles paladean el regusto metálico del miedo y lo olfatea con gusto.
Ese terror y esa incertidumbre son su gran oportunidad, ya infladas con una repetición electoral injustificable de hace solo cinco meses.
¿Solo cinco meses?
Solo cinco meses.
El fascismo usa la información falsa distribuida a toda velocidad por las redes sociales,
los mensajes contra la inutilidad de la política y sus políticos,
las soluciones fáciles y ‘seguras’ (cierre de fronteras, Ejército en las calles vigilando el cumplimiento de la ley, veto de información e informadores no afines, cárcel por los muertos para los responsables políticos,...)
y, en un país como el nuestro, donde el poder real aún lo ejercen la cúpula eclesiástica y la Corona, el fascismo apela al dios católico, al luto riguroso, a las banderas a media asta y al "¡Viva el rey!".