Esta cara no es la mejor imagen para transmitir acuerdos democráticos, sociales y/o económicos en España. Sigue siendo un símbolo de confrontación y enfrentamiento. |
-llevar a la patronal al monte,
-enfurecer a los sindicatos,
-poner en riesgo la concertación social como piedra angular de unos hipotéticos pactos de Reconstrucción,
-enviar una señal equívoca a Bruselas sobre la cohesión del Gobierno español mientras se dirime el pulso sobre la cuantía y la condicionalidad de las ayudas europeas,
-complicar, aún más, la elaboración de los presupuestos generales del Estado del 2021,
-acentuar las reticencias de la gran empresa sobre la actual fórmula gubernamental,
-empujar hacia las cacerolas a pequeños y medianos empresarios en apuros,
-debilitar la autoridad del Ejecutivo en un momento muy delicado de la desescalada, cuando Italia intenta tomar ventaja en el exangüe mercado turístico,
-fortalecer los mensajes catastrofistas de la oposición,
-confirmar a José María Aznar como capitán general del frente de rechazo,
-alimentar la fronda mediática que cada día intenta despellejarles,
-convertir en un tormento oriental la votación de la próxima y última prórroga del estado de alarma,
-irritar al Partido Nacionalista Vasco,
-irritar a Compromís (que se ha subido a un naranjo),
-irritarse a sí mismos,
-debilitar a ERC,
-fortalecer a Junts per Catalunya, y espesar todavía más, si cabe, el marasmo catalán. --excitar los planes, más o menos fantasiosos, para forzar la convocatoria de elecciones generales en invierno.
-despertar a la disidencia en el PSOE.
-desconcertar a los votantes más sanchistas.
-acabar de debilitar lo que ya era débil.
Todo de una tacada. No es poco. Más de dos docenas de razones para replantear el tema, reconducirlo a los agente sociales, económicos y políticos de donde no debía de haber salido, y reforzar las alianzas iniciales cuidándolas bastante más de lo que se está haciendo durantes estos últimos meses.