en la que los catalanes elegirán su Parlamento.
en la que elegiremos el nuevo Parlamento Europeo.

martes, 17 de noviembre de 2020

Las batallas de la política con excusa lingüística suelen ser miserables:
apelan a sentimientos profundos,
elevan anécdotas a categoría
y se empeñan en dividir a la ciudadanía

 Las batallas de la política con excusa lingüística suelen ser miserables. Porque apelan, muchas veces frívolamente, a sentimientos profundos, elevan anécdotas a categoría y se empeñan en dividir a la ciudadanía.

Pero también porque distorsionan la realidad. La convivencia de lenguas en la democracia española es un éxito. Y en el caso que absorbe más polémicas periódicas, el catalán, nunca como hoy más personas han hablado y escrito en este idioma; nunca su lengua gozó de mayor prestigio; nunca la escuela fue más exitosa en brindarlo a todos sus usuarios, y nunca los escolares catalanes mostraron mejor dominio que sus pares en el manejo del castellano.

Tanto la desaparición o decadencia del castellano en Cataluña como la tendencia irreversible a la desaparición del catalán son ficción sin apoyatura de datos. Ambas expansiones funcionan sin menoscabo mutuo, y ambos idiomas son ganadores.

Todo admite mejora. Pero nada desde la inquina, el menosprecio, la ignorancia o el síndrome de superioridad.

Varios niños de tres años en una clase de catalán de un colegio público de Barcelona.
(C)CARLES RIBAS / Artículo de XAVIER VIDAL-FOLCH
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