Si hay una cosa especialmente difícil y más en España es armonizar algo. Con una polarización tan aguda rige entre nosotros una especie de principio de Arquímedes sociológico:
"Todo cuerpo polémico sumergido en el líquido político, experimenta un empuje hacia arriba, hacia la bronca, igual o superior al peso del volumen de visceralidad que desaloja".
Y nada excita visceralidades tan intensas como las referidas al dinero y a la rivalidad entre comunidades.
Claro está que sería muy bueno afinar nuestro complejo mapa fiscal en nombre de la justicia distributiva, respetando, por supuesto, la autonomía prevista por la ley para cada comunidad. Pero, para concertar algo estable necesitaríamos un ingrediente fundamental: la lealtad, que perdimos hace mucho tiempo entre recelos, trampas y engaños, y partir de una reflexión integral y conjunta del tema.
Yo ya sé que a día de hoy pensar en cosas así es soñar, pero es difícil imaginar peor procedimiento para lanzar a la palestra la armonización fiscal de los impuestos cedidos a las comunidades, como el que ahora se pone en marcha. Fuera de su ámbito natural, el Consejo de Política Fiscal y Financiera; como pieza del mercadeo negociador del Gobierno con Esquerra Republicana de Cataluña y teniendo por única diana a la Comunidad de Madrid.
No sé qué se terminará armonizando en esta etapa de confrontaciones, pero por el momento nos anuncia otras grandes peleas en el Constitucional, el Parlamento, los medios y la calle.
La elevación a la mitología patriótica de Díaz Ayuso es un gran monumento al absurdo. Un partido independentista, Esquerra Republicana, reclamando la uniformidad general contra la autonomía de una comunidad y esa comunidad, cuyo gobierno alardea de ser la quintaesencia de la españolidad y que va a ser la gran bandera del unitarismo en las próximas elecciones catalanas de febrero, atrincherándose en su privilegiada singularidad.
¿A que parece ideado por José Luis Cuerda?
www.youtube.com
"Todo cuerpo polémico sumergido en el líquido político, experimenta un empuje hacia arriba, hacia la bronca, igual o superior al peso del volumen de visceralidad que desaloja".
Y nada excita visceralidades tan intensas como las referidas al dinero y a la rivalidad entre comunidades.
Claro está que sería muy bueno afinar nuestro complejo mapa fiscal en nombre de la justicia distributiva, respetando, por supuesto, la autonomía prevista por la ley para cada comunidad. Pero, para concertar algo estable necesitaríamos un ingrediente fundamental: la lealtad, que perdimos hace mucho tiempo entre recelos, trampas y engaños, y partir de una reflexión integral y conjunta del tema.
Yo ya sé que a día de hoy pensar en cosas así es soñar, pero es difícil imaginar peor procedimiento para lanzar a la palestra la armonización fiscal de los impuestos cedidos a las comunidades, como el que ahora se pone en marcha. Fuera de su ámbito natural, el Consejo de Política Fiscal y Financiera; como pieza del mercadeo negociador del Gobierno con Esquerra Republicana de Cataluña y teniendo por única diana a la Comunidad de Madrid.
No sé qué se terminará armonizando en esta etapa de confrontaciones, pero por el momento nos anuncia otras grandes peleas en el Constitucional, el Parlamento, los medios y la calle.
La elevación a la mitología patriótica de Díaz Ayuso es un gran monumento al absurdo. Un partido independentista, Esquerra Republicana, reclamando la uniformidad general contra la autonomía de una comunidad y esa comunidad, cuyo gobierno alardea de ser la quintaesencia de la españolidad y que va a ser la gran bandera del unitarismo en las próximas elecciones catalanas de febrero, atrincherándose en su privilegiada singularidad.
¿A que parece ideado por José Luis Cuerda?
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